La base de dichas ideas irracionales está es resaltar o darle excesiva importancia a determinados momentos, en externalizar las causas, en sustituir el error por la voluntariedad, en desmerecer el trabajo del otro. De una parte una relevancia excesiva, de otra el engaño, la manipulación, la focalización negativa. Las ideas irracionales son pensamientos que a “bote pronto” parecen creíbles, pero que no soportan un análisis pausado. Se caracterizan por ser automáticas, y sin evidencias que las justifiquen. Veamos algunas:
Hemos perdido en el último minuto
Un partido de fútbol es una secuencia de momentos e instantes vistos en continuo, no es una sucesión de cuadros, es una película, es un evento dinámico. Cualquier momento de juego es importante, el 1, el 15, el 22, el 50….porque en ellos suceden o pueden suceder cosas importantes desde una perspectiva competitiva. Los partidos no duran dos minutos, ni uno, ni 30 segundos. Reducirlo todo a los momentos finales, es prescindir de la historia del partido, es renunciar a la información y al análisis. Fijarse sólo en algo te hace perder los detalles del resto de sucesos. Si se puede ganar o perder en el último minuto, ¿para que jugar el resto? En el reino del resultado, no importa lo que hagas, el mejor partido de tu vida puede volverse la mayor de las tragedias y todo ello depende de que focalices en negativo y te olvides de la realidad. Competir al máximo nivel siempre esta en nuestras manos, pero ganar no siempre se puede.
La culpa la ha tenido el árbitro
Quienes acudimos a los partidos nos diferenciamos en posición (punto de observación) y creencias (ideas sobre el arbitraje, los árbitros y el fútbol), razones suficientes para manifestar opiniones distintas. Pero además, el fútbol siempre se ve de color, unos lo ven blanco, otros de color verde, otros a rayas, imposible ponerse de acuerdo. Podriamos coincidir en que todas las decisiones no tienen la misma relevancia, obviamente, un penalti, una tarjeta roja o una falta al borde del área pueden ser más determinantes que otro tipo de acciones. Pero resulta curioso y hasta gracioso, constatar siempre la renuncia al protagonimso de las aciones, lo primero que nos sale es “yo no he sido, ha sido él”. Cuando hablamos de culpa, evitamos nuestra responsabilidad, estamos haciendo referencia al error o a la arbitrariedad o a la intencionalidad o a la voluntariedad del otro. ¿Pesan lo mismo los errores arbitrales que los errores de los jugadores?, ¿cuánta responsabilidad tiene el equipo en el resultado?, ¿el resultado sólo depende del árbitro?.......A los jugadores, ¿porque siempre se les justifica?, le botó mal la pelota, no se han entendido, no es su pierna buena, la quería colocar, quería sorprender…….Sin embargo, con los árbitros sólo admitimos que sean malos, en sus vertientes profesional o personal y hablamos de maldad profesional o de maldad intencionada.
No es importante pensar
El error se sustenta en equiparar pensar con ralentizar, con perder frescura, perder rapidez, ser más previsibles. La sorpresa no sólo está en la velocidad, puede estar en ser capaces de tantear todas las opciones posibles y elegir en consecuencia, se trataría de hacer consciente la situación y lo que podemos hacer. No es un imposible pensar rápido, ni son términos en oposición pensar y jugar. Si lo que nos preocupa es acelerar el paso del sistema automático al sistema consciente o automatizar la toma de decisiones, trabajemos y entrenemos con incertidumbre, ayudemos a fijar estímulos de referencia para cada una de las opciones, practiquemos con situaciones cercanas al juego real.