¿Qué sabemos de la “condición psicológica”? ¿Cómo puede afectarle al futbolista? El concepto parece claro cuando lo aplicamos a lo físico. Definimos la “condición física” como ese estado de forma física general vinculado a cualidades o capacidades físicas, como la fuerza, la velocidad, la resistencia, la flexibilidad y la elasticidad. Un futbolista presenta buena condición física cuando las cualidades físicas que requiere su actividad deportiva le permiten rendir de forma notable. Pero es importante saber que las cualidades físicas compiten o colaboran entre ellas, por lo que no trabajarlas adecuadamente puede perjudicar es estado general que hemos llamado “condición física”. El entrenamiento de un decatleta o una heptatleta puede aclararos esta cuestión, ya que estos deportistas tienen que correr, saltar y lanzar al máximo de sus posibilidades para puntuar todo lo que puedan y eso los lleva a sacrificar o no entrenar específicamente alguna de las pruebas en las que tienen que competir obligatoriamente.
Por analogía, podemos definir la “condición psicológica” como ese estado mental general que permite adaptarse a las demandas del entorno, de forma abierta, centrada y comprometida. Todas ellas son cualidades de la llamada “mente flexible” que permitiría tomar decisiones acertadas, cambiar el foco atencional de forma consciente, disfrutar al máximo de la experiencia, ponerse con facilidad en la perspectiva del otro y darle valor a la actividad que uno más aprecia. Estos procesos psicológicos están recogidos en los estilos de respuesta (Hayes, 2012) que propone el modelo de flexibilidad psicológica de la ACT (Hayes, Strosahl y Wilson, 2012) y como nos ocurría con la condición física, las variables o procesos aquí implicados también interaccionan, de forma que la mejora en uno de ellos puede repercutir en la variación de otro.
Sabemos que una buena “condición física” hoy garantiza una buena condición física mañana, pero no ocurre lo mismo con la “condición psicológica”, ya que una buena “condición psicológica” hoy no garantiza una buena “condición psicológica mañana”. Cualquier estresor o suceso, puede alterar ese estado mental general y transformar a una persona en principio alegre, cercana y habladora, en una persona huraña, temerosa, que husmea en el pasado y en el futuro buscando respuestas e irritable cuando se le saca de ese aislamiento confortable. En ese caso, la situación le ha sorprendido y ha endurecido su mente, provocando un cierre a la experiencia en forma de evitación, emergiendo el “yo” más individualista, “el yo-conceptual”, descentrándolo del presente y olvidándose de todo aquello que le importa y le interesa, el deporte, su familia, sus relaciones sociales, etc. Estaríamos ante el caso de una persona con una pésima “condición psicológica” que invalidaría una hipotética excelente “condición física”.
Aunque se haya escrito en un lenguaje algo extraño para algunos, todo sabemos distinguir ese estado que diferencia a los que viven en “su mundo” de los que viven “en el mundo”. Por suerte, se puede trabajar esa “condición psicológica”, buscando una estabilidad que haga disfrutar unas veces y convivir otras con el sufrimiento inevitable que determinados pasajes de la vida harán florecer, cómo la pérdida de un ser querido, una ruptura matrimonial, un fracaso deportivo, un desencuentro con los compañeros, una diferencia de parecer, etc. Grave o menos grave, grande o pequeño, todo cuenta y todo puede desestabilizar.
En los tiempos del COVID-19, de confinamiento, de rutinas, de ausencia de actividades agradables, algunos deportistas se mostrarán más vulnerables que otros, por factores relacionados con su personalidad, por falta de preparación psicológica o por verse afectado por decisiones de tipo laboral imprevisibles. El aburrimiento, la frustración, la incertidumbre, que podrían traducirse en tristeza, ira, enfado y ansiedad, cuando son muy intensas y frecuentes provocarán el endurecimiento mental, la rigidez, una limitación que nos harán ver el mundo con mucha oscuridad y mucha imprecisión. De la misma forma que nos preocupamos y cuidamos nuestra “condición física”, deberemos ocuparnos y cuidar de nuestra “condición psicológica”. Busquemos esa “mente flexible” a través de la relación interpersonal, el estudio, la empatía, el compromiso con nuestros valores y fortaleciendo el vínculo que nos una con el presente. Vivir del recuerdo o vivir para vivir después, te apartará de las cosas agradables con las que puedes encontrarte diariamente, repasar o esperar es la fórmula del cautivo. Cuida tu mente si quieres que tu físico te acompañe y te sirva.
Se habla de una sociedad conectada, en red, en la que el desplazamiento y la presencia física ya no son necesarias, se compra, se mira y se habla desde terminales. Esta nueva situación junto a la necesidad de sentirse vivo, está generando nuevas problemáticas, nuevas adicciones. La cantidad, la frecuencia, el periodo de tiempo pueden ser conceptos que marquen la frontera entre el uso y el abuso. Algo es uso y mucho puede constituir abuso. Del abuso a la dependencia y de la dependencia a la adicción (dependencia y tolerancia).
¿Cómo podemos detectar que alguien transita por la senda del abuso?, de forma esquemática y breve diremos:
· Empieza a constatarse una pérdida de control sobre el uso del objeto, cada vez necesitamos más tiempo, no permitimos otras demandas y nos sentimos mal si no estamos conectados o utilizando el aparato.
· Ese uso excesivo no deja realizar otras actividades implantadas e importantes en la vida del sujeto, como estudiar de forma óptima, relacionarnos presencialmente con los amigos y amigas, convivir con la familia y disfrutar de otras formas el tiempo libre.
Las consecuencias son: (1) empeoramiento del rendimiento académico, laboral o deportivo; (2) empobrecimiento de las relaciones amistosas y familiares, relaciones interpersonales de peor calidad; y (3) labilidad emocional, mal humor, irritabilidad.
Pero tan importante como la detección es el que hacer. Muchas personas se sienten incapaces de ayudar o de proponer alguna actuación que mejore la vida del sujeto, que puede ser un hijo/a, un amigo/a o un familiar. Pero esto no debe desanimarles, ni tampoco debe llevarlos a la infravaloración, porque se trata de un tema complejo y por tanto “profesional”, y aunque nos gustaría, no estamos preparados para resolverlo todo. No obstante, y a pesar de la brevedad que el artículo impone, quisiera finalizar con dos propuestas, una preventiva y otra como inicio de algo nuevo.
Con respecto a lo preventivo y en relación con la familia, decir: enriquecer la vida de vuestros hijos, que no dependan de un único interés, ampliar sus expectativas, que incorporen el futuro en su existencia. ¿Qué quiero decir?, que, si les gusta jugar, hacer deporte, leer, escuchar música e ir al cine o teatro, mejor que si sólo practican deporte. Un amplio horizonte ayuda a diversificar los usos y no recurrir al abuso. La idea es: “algo de mucho frente a mucho de poco” o “diversidad frente a unicidad”.
En cuanto a empezar algo, también en el ámbito familiar, buscar el consenso y establecer límites al uso, por ejemplo, se establece un lugar común en la casa para el depósito de los móviles, dónde puedan ser vistos sin ninguna dificultad y a partir de ahí, se establecen los criterios de uso, como: (1) los móviles quedarán aparcados durante las comidas, los tiempos de trabajo o estudio o durante aquellas actividades que requieran atención; (2) si no hay urgencias, los móviles sólo se usarán en el tiempo libre o de ocio. Eso podría suponer permitir responder a las llamadas (voz), pero no utilizar los servicios añadidos de datos en esos tiempos o actividades a las que me he referido .
Para finalizar y cómo siempre, no dejar que os lo cuenten, interesaros activamente y a través de la lectura y el dialogo ampliar vuestro conocimiento y vuestro dominio de las situaciones.
Es de actualidad permanente el tema de la educación de los hijos, el de las conductas paternas que no contribuyen a un desarrollo saludable, en el doble sentido, de saludar el acierto y evitar problemáticas emocionales. Cuando hay una deficiencia, una falta de cuidado, una inadecuación en la ejecución de algo, podemos hablar de conducta negligente.
Para esta temática quiero recomendaros la lectura del libro “Necesidades en la infancia y en la adolescencia” del profesor Félix López Sánchez de la Universidad de Salamanca y me referiré a un capítulo del libro como muestra de lo que podemos obtener. En el capítulo 5: “Una condición muy necesaria en la actualidad: la disciplina, la exigencia de límites, la socialización educativa y cívica”, se plantea la pregunta ¿estamos fracasando en la socialización de las nuevas generaciones?, y todo porque muchos educadores, padres y adultos perciben la pérdida del control sobre los menores, cómo demostrarían, hechos cómo, no poder influir en la desmotivación hacia los estudios, la falta de colaboración en las tareas domésticas, la ausencia de valores sociales, el vandalismo, las adicciones, la búsqueda del placer fácil, la ausencia de esfuerzo para las actividades propias de la edad.
De todo lo que este autor dice, quiero fijarme y reclamar vuestra atención, en un subapartado que el profesor López Sánchez titula, “La negligencia y el ‘dejar hacer’ como forma de disciplina” y dentro de ese apartado quiero llevaros a lo que él llama “negligencia por amor o falsas creencias educativas”. Se trata de un término inteligente que fija el interés en el exceso, argumentable con ideas como "quiero tanto a mis hijos que haré todo lo que esté en mis manos para evitar que conozcan la infelicidad". Lo que no saben los padres, lo que desconocen, porque forma parte de su futuro, es que no ser infeliz equivaldrá con el tiempo en hacer infelices a los demás, entre los que se encontrarán ellos mismos.
Los humanos no nacemos totalmente desarrollados y preparados para vivir independientemente, necesitaremos durante bastante tiempo de los cuidados y asistencia de los padres, lo que alimenta un sentido de la protección, en muchos casos exagerado. Por otra parte, las sociedades avanzadas y democráticas critican duramente las prácticas autoritarias de todo tipo, los padres muy permeables a estas ideas y cegados por el amor a los hijos, han adoptado en muchos casos prácticas de crianza muy permisivas. El profesor López Sánchez destaca la interiorización de algunas falsas creencias, como las siguientes:
· “La infancia es un periodo para gozar, no para hacer esfuerzos”. Todo ha de ser "por las buenas", convenciendo, dialogando en exceso y, todo basado en lo que les interese. Siguiendo esa premisa, a los padres les desagrada y no pueden soportarlo, verlos tristes o enfadados. Los niños aprenden a obtener sus caprichos resistiéndose y poniendo las cosas difíciles, saben hasta donde llegar y cómo hacerlo.
· “El castigo es malo, es mejor premiarles”. No sólo se niega el uso del castigo, sino que además se tiende a no poner normas, ni vigilar el cumplimiento. Lo paradójico con esta idea, es que ni se castiga ni se premia lo que toca, entramos en un caos educativo, que suele resolverse bajo la tiranía del menor, que en casos extremos fija hasta lo que se come o se tiene que comprar.
· “No quiero que a mis hijos les falte nada”. Es como una declaración de podéis pedirme lo que queráis, llamar al consumo y a la abundancia no va a ser un problema. Si lo tiene Pepito los papas te lo compran. Nos quejamos de que no se entretienen con lo que tienen, viéndolos "zapear" de un juguete a otro como quien cambia constantemente de canal.
· “Si se les castiga en el Colegio, deben garantizarse el derecho del menor y de los padres”. Pasarela a la superprotección, de la educación de mis hijos me ocupo yo, que no se le ocurra al maestro hacer llorar a mis hijos…….Hemos pasado de la confianza a la denuncia y la amenaza.
Como siempre, la intención de forzar cierta reflexión, que contribuya a fundamentar vuestras convicciones. Por una educación que nos haga inteligentes, humildes, honestos y solidarios.
Artículo inspirado y fundamentado en el libro: (López Sánchez, F. (2008). Necesidades en la infancia y en la adolescencia. Respuesta familiar, escolar y social. Madrid: Pirámide). Se sigue el texto con anotaciones literales.
Hay cosas que no se entienden hasta que te tocan de cerca o te tocan de verdad. Se puede compartir la pena, se puede intuir el dolor, se puede imaginar el sufrimiento, podemos empatizar con el malestar ajeno, pero cuando el dolor lo llevamos dentro, lo generamos nosotros, los sentimientos adquieren la categoría de únicos. Si además lo prematuro y lo inesperado potencian el sufrimiento, los sentimientos son inalcanzables. Así nos encontramos tras la pérdida de un compañero y un amigo, Jose.
Llamamos pérdida, al dejar de disponer o tener algo que poseíamos. Cuando la pérdida tiene que ver con un ser querido, entramos en duelo (dolor y reto), proceso adaptativo de procesos psicológicos que afectan nuestra vida a través de lo que pensamos, sentimos y hacemos. Incluso en el desarrollo de un duelo “normal”, que se resolverá en el transcurso de un cierto tiempo (inferior a 6 meses), se puede dar incredulidad, confusión, preocupaciones, búsqueda de la distracción, aislamiento, soledad, tristeza, enfado, sentimientos de culpabilidad, autorreproches, impotencia, anhelo e incluso síntomas físicos del tipo debilidad muscular, falta de energía, sensaciones de opresión en algunas partes del cuerpo, etc.
Con respecto a la muerte, la mayor de las pérdidas, las culturas y las creencias predisponen hacia la aceptación o hacia el rechazo. Algunas ven la muerte como el fin de la vida y otras como el paso a una nueva vida, un tránsito o un trámite necesario. Desde una perspectiva de apego, como la occidental, hacia todo, la familia, las propiedades, la muerte reúne todos los números para constituirse como una fuente de trauma y dolor. Y el duelo, entre otras cosas, exigirá reconstruir o reorganizar el apego, los vínculos afectivos, las relaciones sociales.
El duelo es un momento complejo, inevitable, personal y transitorio. Tanto si te han diagnosticado una enfermedad grave o está inmerso en una pérdida dramática o catastrófica, te será difícil esquivar la tristeza, la ansiedad, el desinterés en general y una cierta desesperanza hacia el futuro. Podrás ir de más a menos o de menos a más emocionalmente hablando, eso no está en tus manos, pero si depende algo de ti que puedas adoptar una actitud de afrontamiento positivo o por el contrario derives hacia estrategias de afrontamiento negativo, a evitar, como la nostalgia, la culpabilidad, la ira, el aislamiento, las adicciones o el abuso de medicamentos. Para Echeburúa y Herrán (2007), algunas estrategias para el afrontamiento positivo son: la aceptación y resignación (RAE: conformidad, tolerancia y paciencia ante la adversidad); el compartir la experiencia del dolor y la pena; reorganizar el sistema vivencial; reinterpretar el suceso de forma positiva; establecer nuevas metas y relaciones; y no aislarse, buscando el apoyo social.
La normalidad nos vendrá cuando seamos capaces de depositar y fijar el hecho traumático a una parte del pasado, cuando seamos capaces de dejar de arrastrar un tiempo anterior al momento presente. Recuperar las ganas de salir, de verse con gente, dormir mejor, tener ganas de comer y recuperar el apetito, poder reir, serán indicadores de retorno y vuelta a la normalidad. Si todo esto se demora, el tiempo pasa sin mejoría y las personas cercanas nos piden algún cambio, estaremos ante otro tipo de indicadores, esta vez, el de petición de ayuda profesional.
¿Por qué Ter Stegen prefiere el verde?, ¿por qué Keylor Navas también lo utiliza?, ¿qué color suele utilizar Neuer?, ¿qué buscaba Higuita con sus equipaciones extravagantes?, ¿por qué algunos se deciden por el amarillo? ¿Son preferencias personales o esconden alguna otra razón?, el mundo del fútbol puede parecer superficial, pero el negocio que mueve determina que pocas cosas se dejen al azar. ¿Podría ser la equipación de los porteros una de esas cuestiones que nunca pasan desapercibidas, ni quedan desatendidas?
No hace mucho tiempo, las cosas eran distintas, quizás más sencillas y simplificadas y el color de elección para los porteros siempre era el negro, un portero que no vistiera de ese color, podría ser considerado un intruso o un extravagante, pero se trataba de una opción que no podía darse.
En la actualidad todo parece haber cambiado, y aunque hay colores que se ven más que otros, la variedad parece ser la norma. La lógica parece apuntar que cada cual tendrá una preferencia, y en esa diversidad podría darse cualquier color. Pero, haciendo un esfuerzo extra, creo que las cosas no son tan evidentes como parecen. La tesis que mantengo, no confirmada ni estudiada, es que la equipación del portero puede buscar conscientemente la confusión del delantero, y que todas las opciones posibles se reducen a tres, a saber:
Para terminar, deciros, que el artículo permite tomárselo en serio o no, pensar que algo se puede hacer con el color o que no es necesario. Puede ocurrir que simplemente lo leas sin disparar la imaginación, eso querrá decir, que estos detalles no determinan el éxito o el fracaso en un partido, no los consideras tan determinantes. Si por el contrario, empiezas a pensar en un color para tus porteros o en color para ti o tu compañero, habrás entrado en el mundo de lo analítico, un nuevo dolor de cabeza para tu existencia.
Entre los diversos tándems, que pueden aparecer en los sucesos y estudios sobre violencia en el deporte y en relación con el arbitraje, se encuentran los de jugador-árbitro (terreno de juego), técnico-árbitro (terreno de juego) y padres-árbitro (grada), otros son, jugador-jugador (terreno de juego), técnico-jugador (terreno de juego), padres-padres (grada), padres-jugador (grada). Hago esta distinción inicial, porque desgraciadamente, en las últimas fechas, han adquirido mayor relevancia los primeros. La violencia se activa cuando una de las partes despierta el instinto protector en los otros, los jugadores pueden disputar el encuentro inmersos en las incidencias que ellos conocen y experimentan permanentemente (faltas, interrupciones....), pero el técnico o la grada pueden no verlo desde el prisma de la normalidad, iniciándose una escalada de despropósitos y focalización extrema en el arbitraje.
El deporte es una actividad reglada, lo que implica, que sin normas, ni persona o personas que juzguen, valoren y sentencien no sería posible. Estas personas deciden sobre las trasgresiones de la norma, son los responsables de la ejecución del reglamento, hacen valer la honorabilidad de los contendientes, pero también, son las personas a la que más se le exige y más se le denigra en una competición deportiva, y esto tiene que ver con las características que les atribuimos, con lo que esperamos de ellos y fundamentalmente con su principal función, la aplicación de la justicia, tomar decisiones en función de un reglamento, sancionar. La percepción de injusticia es un disparador de ira y enfado.
En el ámbito del arbitraje todo se desproporciona. Cuando el punto de mira se pone sobre el árbitro, esto es lo que exigimos: debe tener buena condición física y psicológica, buena velocidad de reacción, buena memoria visual, conocer bien el reglamento, saberlo aplicar, ser justo, imparcial, equilibrado, firme, amable, debe tener carácter, coraje, valentía, coherencia, ser consistente en el juicio, sobrio, creíble, modesto, honesto, integro, debe comunicar bien, debe saber gestionar el conflicto, ser respetuoso, debe saber evitar la confrontación, no ser brusco, tener buen trato con el deportista, etc.
Para ser padre no hay condiciones, incluso los más permisivos indican que no hay manual de instrucciones, se hace lo que se puede. A los jugadores se les permite y se les justifica, jugar a fútbol no es fácil, le botó mal el balón, no lo vio, era difícil, la idea era buena…..pero con el árbitro la historia cambia, queremos que sea un buen deportista, tenga buena presencia, sea modelo, se comporte como un educador y en definitiva sea una persona excepcional, porque les pedimos muchas cosas (valentía, imparcialidad, coherencia…..) y que todas las haga bien. Es muy injusto, que a unos no se les pida nada, a otros se les disculpe y a los últimos se les persiga.
Para los que quieran pensar, en el fondo de todo, no está la pasión, está la irracionalidad. El jugador y el espectador de fútbol, generalmente, muestran su cara más parcial, se convierten en personajes que viven el fútbol en su versión monocroma, monocolor, sólo se interesan por un color, el suyo. Son seres poco empáticos, no hay más realidad que la propia, lo que veo es lo que es, lo que pienso me define. Nos persiguen, nos perjudican, nos atropellan, nunca somos causa de nada. En ese mundo reducido y unicoloreado, es fácil discrepar, es fácil enfadarse, es fácil gritar, es fácil insultar y es fácil golpear. La emoción moviliza, pero la razón debe guiarnos. Mucho antes de pedir perdón, detén a la bestia, date un tiempo, reflexiona, objetiva, toma consciencia del momento, en definitiva, valora y respeta a todos aquellos que hacen posible que muchas veces, presenciar un partido de fútbol, sea un verdadero placer. El día que consigas no referirte al árbitro durante y después de un partido, estarás en condiciones de formar parte de ese grupo de privilegiados que disfrutan del fútbol siempre, gane o pierda su equipo.
Es sabido que para dar solución a un problema es necesario acercarse a las causas. Esta consideración que parece obvia a menudo se escapa en la discusión y en el debate sobre las soluciones. Pero el problema está en el plural, generalmente somos capaces de identificar una causa y centrarnos en ella, pero en realidades tan complejas como las que acompañan a la violencia en el deporte, parcheamos y en consecuencia paliamos. Partimos además de una realidad limitante, nuestra incidencia relativa y nuestras ganas de hacer se mueven entre intereses y posibilidades, y muchas veces puede más el querer hacer cualquier cosa que hacer lo más conveniente.
Hablar de realidades complejas es hablar de realidades con muchas aristas, difíciles de valorar en su conjunto, como todo lo relativo a la violencia en el deporte. Hay quien sólo piensa en la persona, en el individuo, olvidándose de cómo y que aprendemos. En violencia, distinguimos:
Ese desglose no es arbitrario, presenta planos de un mismo universo que deben ser tenidos en cuenta. Combatir la violencia en el deporte, exige actuaciones en diferentes frentes, el escolar, el familiar, el deportivo, el social (medios de comunicación) con el objetivo final de transformar a las personas, a las portadoras del enfado fácil, a las que se irritan en milisegundos, a las que solucionan las discrepancia humillando y agrediendo. La administración pública, las federaciones, los expertos, las familias, los clubs, todos debemos formar un frente común que propongan otras formas de resolver las diferencias.
En el Congreso Stop a la violencia de la FFCV, los que pudimos asistir tuvimos la suerte de escuchar diferentes y múltiples propuestas, la conclusión que yo saco es que no hay unas mejores que otras, porque por si solas son ineficaces, lo que nos lleva a afirmar que han de implantarse en grupo, varias a la vez. La educación emocional es importante, por escasa e inatendida; los mensajes en la camiseta también, te recuerdan que debes autocontrolarte; los saludos iniciales y finales más que nunca, facilitan el cierre y la desconexión de la confrontación; las escuelas de padres permiten la reflexión serena y te acercan al conocimiento útil, etc.
El lenguaje es importante, así que en línea con lo expresado, actuemos para paliar y todos juntos actuemos para erradicar.
El Colegio Salgui estará presente en el II Congreso de Fútbol Base que organiza la FFCV con su propuesta de educación emocional, un proyecto que se aplicará esta temporada en Infantiles y en jugadores y padres interesados de otras categorías, que busca desarrollar la inteligencia emocional como forma de afectar la conducta deportiva o el "fairplay". Lo novedoso de la propuesta está en la implicación de padres, técnicos y jugadores en tareas fáciles de resolver cada partido o jornada de competición.
El proyecto arrancará con las correspondientes reuniones con padres y técnicos, previstas para el mes de octubre y su desarrollo recorrerá los meses de competición. Cada ejercicio se nutrirá del propio partido disputado y mediante la reflexión y el dialogo se irán estableciendo la conclusiones que enriquezcan la experiencia del jugador. Los ejercicios son dinamizados siempre por adultos, en nuestro caso técnicos y/o padres.
Esta noticia ya ha sido difundida por la FFCV y la revista digital Esportbase.es
FFCV: http://www.ffcv.es/wp/educacion-emocional-asignatura-pendiente-futbol-base/
Esportbase: https://esportbase.es/2017/09/26/psicologia-educacion-emocional-asignatura-pendiente-futbol-base/
Ya nadie puede escapar a la vergüenza que genera la violencia en el deporte y darle la espalda en estos momentos es posicionarse en el bando de los primates. La prensa y la TV han entrado pidiendo soluciones, pero los debates sesgados y teledirigidos del sensacionalismo hacen hincapié en aspectos anecdóticos, morbosos y marginales.
¿Qué hay detrás de la violencia en el deporte?, ¿sólo se da en el fútbol? Obviamente si se habla de violencia en el deporte es porque ese es su continente, su espacio, pero en el caso del fútbol, una practica masiva junto a un interés desproporcionado, es lo que hace que acabemos especificando y vinculando la violencia al fútbol. Hay quien piensa que los seguidores del fútbol son personas más primitivas, más simples y más manipulables, pero eso es uno de los mitos que acompañan a este deporte. Veamos ahora que hay a la sombra y que hay a la luz, siendo la tesis a defender que la violencia en el deporte es un asunto multifactorial con factores que además interactuan y se influyen. Dejemos de atacar sólo a los que se ven siempre en la foto o en el video, jugadores, técnicos y padres, lo que no significa que deban quedar fuera del debate.
De una parte tenemos una sociedad que ensalza el culto a un cuerpo intimidador, una sociedad que proporciona una visión de la valentía y la cobardía que promociona el sufrimiento personal, como ejemplo, chivarse es de cobardes y denunciar algo es de poco hombres. De otra parte se defiende el grito y el insulto como forma de hacerse oír y defender el subjetivismo y todos sabemos que de la ofensa al golpe se pasa a la velocidad de la luz. Los medios de comunicación han detectado que la falta de respeto, el lenguaje soez y la chulería, atraen a la audiencia, fidelizan personas carentes de metas que hagan de su existir una vida interesante, pero eso ya no importa, la función ya no es informar, es entretener. Esta sociedad se contradice y manda mensajes ambivalentes, se condena la violencia, se persigue al boxeo, a la vez que apuesta por el nerviosismo, las prisas y las urgencias. Las personas se debaten entre la tristeza y el enfado, los tipos humanos que menos suman. Es una sociedad desequilibrada emocionalmente hablando, trastornada.
De otra tenemos unos padres que cada vez tienen menos tiempo para educar y en el caso de que lo tengan, la superprotección invalida que los hijos asuman responsabilidades, adquieran compromisos sociales y caminen por el desarrollo más conveniente para la vida en sociedad. No hemos hablado de saber educar o para que hay que educar, o donde no puede haber negociación alguna. ¿Y qué ocurre cuando además de lo dicho, ven en el niño un posible negocio?, ¿qué ocurre cuando se miran al espejo y ven dólares en los ojos?, pues puede ocurrir lo siguiente, que piensen que las Escuelas de Fútbol estén perjudicando la evolución del nano, que el niño debe jugar siempre porque es la mejor forma de progresar y de que alguien lo pueda fichar. También pueden pensar que no se entrena con la suficiente intensidad, que el entrenador no sabe, etc. Como consecuencia, cambio de escuela tras cambio para hacer del nano un nómada y del padre un crítico de la nada. Y mientras tanto enfado, conflicto y rabia.
Con lo dicho, ¿tenemos encuadrado el problema?, pues no, hablemos ahora de los técnicos y de su cuota de problema. En muchos casos, son personas modélicas para sus jugadores, considerando la acepción positiva y en otros casos confunden la competitividad con la agresividad. Motivan para el choque y la confrontación física, “mete la pierna”, “que no pase”, “es todo tuyo”. Instruyen para el automatismo, “no pienses, actúa”, robotizan, "sube", "baja", "a tu izquierda". Los chavales se pasan los partidos mirando a su entrenador o a su padre, eso se traduce en atención inadecuada, pérdida de concentración, sobreactivación, ansiedad. Algunos, hablan mucho en los partidos y nada en los entrenamientos, llegándose a la paradoja de que a veces exigen cosas que los nanos no saben que tienen que hacer. Este discurso es bastante pesimista, pero aunque muy extendido, no es atribuible a la mayoría. El técnico tiene que darse cuenta que quien tiene que demostrar son sus jugadores y no él, no es bueno trabajar para la galería, la promoción personal debe pasar por el juego de sus equipos y eso significa hablar con los jugadores, reforzarles, instruirles, interesarse por su vida, por los estudios........
Y que pasa con los árbitros y el arbitraje que tanto incomoda y a los que erróneamente se les pone en el punto de mira del origen de la violencia. Desde la psicología sabemos que a los árbitros se les piden cosas que no pueden cumplir y no porque no quieran, sino porque la naturaleza humana no les faculta para más. La mayoría de las decisiones arbitrales se dan con una certeza del 60, 70 ó 80%, a eso le llamamos juicio intuitivo. El error o el acierto por azar se encuentran en el mismo camino. Se les recrimina que no lo vean todo, sin considerar que están siempre en terreno hostil con jugadores que juegan al engaño y al despiste intencional, con perspectivas que ocultan los detalles de la infracción. ¿Sabéis que pasa cuando tienes que decidir en segundos?, que algunas veces la decisión no se ve acompañada por el silbato y otras se pita antes de decidir.
Aunque hay más factores a considerar, finalizaré aludiendo a los jugadores y con mucha brevedad. Terminaré con esos receptores de las frustraciones, manías, obsesiones e intereses de los adultos, en el formato de padres, directivos o entrenadores. Nanos a los que se les puede decir que no hagan daño, pero sí que intimiden. Chavales a los que cuando se muestran con dureza extrema se les dice que han hecho un partido estupendo y se les felicita. Jugadores en los que se alienta el orgullo de derribar al adversario o no dejarlo jugar. Pero la historia ya les viene de atrás, cuando son pequeños reciben un doble mensaje, el de sus entrenadores y el de sus padres, cuando son contradictorios el nano lo vive con mucha presión y con ganas de dedicarse a otra cosa. Incluso en esas situaciones tan personales también lo paga el grupo, porque las decisiones tácticas deesaparecen, y sino pensad en esto, "tienes que tirar más a puerta", "no pases tanto, tienes que intentarlo tú", "en el área se finaliza, no se pasa", "por cada gol el papa te dará un euro", "tienes que pensar más en tí", etc. Las urgencias de destacar y de ganar como claves del éxito destierran la paciencia, la tenacidad, el trabajo, el esfuerzo, la solidaridad, el compañerismo. No hay nada fácil, pero las prisas consiguen menos.
A todos, alguien tendrá que decir con voz alta que con la ira no se juega.
Se dispara la demanda de coachs. Abonan esta situación, algunos programas de TV, algunas empresas, algunos directivos, algunas federaciones deportivas y algunos deportistas. Estas peticiones es muy probable que no se fundamenten en el conocimiento, sino que más bien respondan al descubrimiento de algo aparentemente novedoso que trabaja lo personal sin el estigma que acompaña a la psicología. No es lo mismo, ni tiene el mismo impacto, decir tengo coach, signo de modernidad, que tengo psicólogo, informe o proclama de candidato a loco o trastornado, que genera dudas para la dirección de su vida y de cualquier organización en la que preste sus servicios. Trabajar con un coach se interpreta como apoyo de un colaborador y trabajar con un psicólogo muestra debilidades y deficiencias, absurdo pero cierto.
Pero, ¿qué es el coaching? Quienes lo defienden y promocionan, no es mi caso, dicen que es un proceso de acompañamiento que busca la mejora competencial del individuo desde el autodescubrimiento. Es decir, el coach no da soluciones, ayuda a encontrarlas. Bajo este paraguas acaparador, a mi gusto limitado, se ofrece una eficacia cuestionable y un proceder escaso, que acaba recurriendo a otras técnicas psicológicas (visualización, programación por objetivos…) conformando un mix que sigue denominándose así, coaching, pero que confirma la tesis que intento defender, que el coaching es una moda usurpadora e intrusiva que no ha inventado nada y basa su éxito en una etiqueta poco molesta. Cada vez tengo más claro que el coaching es un parásito de la psicología.
Hablando en nombre de sus defensores, cosa que me supone un cierto esfuerzo, diré, que en un principio, al coach se le va a pedir que sepa preguntar, que sepa escuchar, que pueda ponerse en el lugar del otro con facilidad, que sea un buen observador y además, se caracterice por la rapidez mental para repreguntar desde el análisis de la respuesta que proporcione el sujeto, todas ellas, habilidades y capacidades que habitan en el territorio psicológico y por tanto demandables y exigibles al psicólogo. Y es ahí donde empieza el problema, tenemos algo que está al alcance de muchas personas, con procedencias diversas y distintas, que se intenta presentar como una profesión. Pero para que entiendan el disparate o la broma, imagínense a alguien que dice ser un interrogador personal, un busca grietas, un técnico de automóviles que sólo sabrá cambiar el limpiaparabrisas o las ruedas.
Pero la farsa no acaba ahí, ya estamos en la fase de la especialización, se habla de coaching personal, coaching deportivo, coaching educativo, coaching ejecutivo, coaching organizacional, bla, bla, bla y humo. Para mí y como ya he manifestado en otras ocasiones, el coaching es una puerta abierta para que personas sin una formación adecuada practiquen la psicología. Desde esa perspectiva, es inaceptable que cualquiera que se presente con la etiqueta de coach no pueda acreditar una licenciatura o un grado en psicología, eso también se llama intrusismo.
Mi crítica también la extiendo a aquellos colegas que aprovechando el momento del mercado, el de la oferta y la demanda, agregan a su profesión de psicólogo la coletilla de coach y colaboran en una promoción diferencial. Si es lo mismo, sobra la “y” más lo que sigue. No se pueden poner al mismo nivel, una ciencia y un artilugio, un área de conocimiento y una diminuta expresión de ese conocimiento, una profesión y una moda, las evidencias y los milagros, el reconocimiento y la tendencia. ¿Se puede hablar de psicólogo y coach al mismo tiempo?
Y por si fuera poco, la confusión, a la vez que lo propicio del momento, permite que haya personas que en nombre del coaching, practiquen el mentoring o el counseling, es decir, abandonando la esencia que pregonan se adentran en prácticas de ayuda más directivas, donde más que descubrir, se aplican los conocimientos y la guía que aporta el mentor, el consultor o el consejero para beneficiarse y mejorar. A mí me sigue pareciendo todo esto un disparate, una broma, coaching que no es coaching, coaching para todo, hacer una profesión de una actuación. A falta de que se regule el ejercicio profesional del psicólogo, se delimiten competencias y funciones, y las personas tengan claro a que profesionales dirigirse según que cosas, es necesario afirmar y dejar claro, que el coaching es a la psicología, como una hoja a un libro extenso o como el socorrismo a la medicina o como una piedra a una cantera.
No abandones la web sin escuchar la canción "Necesito un coach" de Víctor Lemes: https://www.youtube.com/watch?v=duXrY9YyNUI